sábado, marzo 13, 2010

mi zahir.


No puedo caminar por las calles de Buenos Aires sin que me asaltes en cada esquina.


Ayer caminaba por Cabildo y trataba de rehusarme a repasar una y otra vez las mismas imagenes, aquellos malditos recuerdos.

Subitamente recorde porque hacia unos meses que no salia por Belgrano.

Pero para que mentir, la ciudad entera esta hechizada.

Te veo donde sea que mire, enfoque la mirada en las baldosas aplastadas paso a paso, en los edificios que cierran el cielo a lo alto, en los escaparates, en aquel millar de rostros en blanco.

Sos una especie de zahir personal, mi propio infierno decorado con fachadas pseudo romanticas, la materializacion fantasmal de mi deseo.

Porque sin animo de engañarnos los dos sabemos muy bien, vos real y yo real, que aquellos sujetos a los cuales se encadenaron nuestros sueños ya no existen.

Hace tiempo estamos muertos. Hace tiempo somos otros.

A veces pienso que aquellos nosotros son reminiscencias de otras encarnaciones, otras teorizo sobre la maldad del mundo al habernos sustraido uno al otro.

Estoy perdida. Me siento como Rimini y Sofia.

Como los dos y no como uno u otro porque justamente en eso esta la base del misterio.

Nos quedamos con ese otro, y ahora ese otro encarcelado desata tempestades en nombre de una angustia insaciable.

Porque no encuentra a ese otro en el mundo, porque ese otro hoy es tan solo imagen, una imagen retenida en la retina cansada y que ha sido borrada de mundo.

Recorremos el dolor en circulos como los perros intentan morder su cola.

Estamos perdidos, zahir.

Mortalmente amandonos en nuestra pequeña eternidad.

Sin poder nunca cruzarnos, nunca encontrarnos.

Atrapados por el tiempo. Torturados por el tiempo.

Esta noche como tantas otras me siento junto a la ventana a tratar de encontrar alguna respuesta en la desinteresada oscuridad.

Me predispongo a desentrañar con antipatia las formas de lo que el dia dejo de la ciudad.

Tal vez deba mudarme, intentar estupidammente escapar de vos. Rendirme a un fetichismo absurdo y desesperado.

La canilla del baño gotea y cada gota desgarra la bañera en un suspiro carmin.

Si cierro los ojos millones de caleidoscopios danzan como en un tribal rito de crepusculo, al ritmo de un decrescendo fantastico como en los ultimos segundos de un requiem aleman.

2 comentarios:

Alejo dijo...

estas hasta las manos, jeje.

Alejo dijo...

estas hasta las manos, jeje.